«Me aburro en misa», «no entiendo lo que dice el cura», «hay que estar mucho rato de pie y en silencio». Cualquiera de estas expresiones de hastío podría ser dicha (o, al menos, pensada) por un niño al término de la celebración eucarística dominical. Y quizá no le falte razón.Este volumen de la serie Dejad que los niños escuchen mi voz ofrece una colección de subsidios dirigidos a los sacerdotes, catequistas y educadores en la fe, para que en cada celebración eucarística dominical con niños cuenten con un recurso (y solo uno) que se puede insertar de manera «pacífica» en el curso de la eucaristía. De este modo, sin convertir la misa en lo que no es, estas páginas proponen unos sencillos elementos que la hagan más atractiva y cercana a los niños. Además de una monición a las lecturas, cada domingo cuenta con alguno de estos subsidios: canciones para aprender y cantar en misa, lecturas dialogadas del Evangelio, oraciones en común, gestos y ritos elocuentes y sencillas explicaciones de la misa.Cada uno de los recursos está íntimamente relacionado, como es lógico, con el correspondiente formulario de lecturas bíblicas que se ofrece en el segundo volumen de la serie: Lecturas bíblicas.