Desear tener una buena muerte, es decir, morir bien, sin sufrimiento, es una
legítima aspiración del ser humano. Para los médicos es un imperativo ético
ayudar a los enfermos a que mueran bien. Recientemente, la etapa final de
la vida de las personas se ha visto seriamente cuestionada tras la
aprobación de la ley de eutanasia en España. Pero, ¿cuál es la demanda
auténtica de un agonizante que pide la eutanasia? Cuando un enfermo dice:
«¡Acabemos con esto!», ¿cómo debemos comprenderlo? ¿Está refiriéndose
a que desea acabar con su vida? ¿O acabar con ese dolor insoportable que
padece, o con su angustia o su soledad? Los médicos debemos estar
preparados para escuchar algo más que una petición de morir. Los que nos
dedicamos a los cuidados paliativos sabemos que podemos acompañar a
nuestros pacientes durante su sufrimiento para aliviarlo. Cuando apliquemos
las medidas terapéuticas que sean proporcionadas, evitando la obstinación
diagnóstica y terapéutica, evitando el abandono, evitando el alargamiento
innecesario y evitando el acortamiento deliberado, estaremos realizando una
buena práctica médica: ayudar a morir bien.