La fe solo es verdadera cuando, envuelta por el cotidiano fluir de la vida, lo abraza y lo ensancha, sometiéndose a la fragmentariedad dramática de la vida e insertando en ella la esperanza. Esta es la razón de que sea tan importante la lectura de novelas para la espiritualidad cristiana, pues en ellas la vida se expresa en lo que es y no en lo que debiera ser, según el orden que parecemos necesitar para estar tranquilos.