Acercarse a las «Confesiones» de San Agustín y sintonizar con su mensaje no ha sido nunca, y menos ahora, un ejercicio de pura erudición consistente en buscar el futuro en el pasado, sino la constatación obligada y contagiosa de la inquietud radical del hombre en la búsqueda de la verdad, de la felicidad, de Dios. Por eso las «Confesiones» agustinianas no han perdido nada de su frescor y espontaneidad originarios.Hoy como ayer sigue teniendo vigencia universal el valor de la experiencia íntima de Dios, de ese Dios que anda por nuestra vida y que es la clave interpretativa del misterio biológico y espiritual del hombre. La trayectoria agustiniana sigue marcando hitos concretos que continúan siendo válidos en nuestra era de la posmodernidad como respuesta a las preguntas radicales de la existencia humana y como encuentro, siempre antiguo y siempre nuevo, con el Padre que Jesucristo nos ha revelado.