Conciencia y verdad son dos palabras que casi siempre se encuentran bien
juntas y se refuerzan mutuamente, porque la conciencia pone en primer
plano la libertad de la persona y la verdad le da orientación y horizonte a
esa libertad. Y entre ambos términos el discernimiento tiene su hogar
natural, pues discernir recibe su sentido si se dirige a la verdad desde lo
más nuclear de la persona; así entendemos que no solamente sea
distinguir el bien del mal, sino elegir el bien que se corresponde con la
voluntad de Dios en lo concreto de la existencia personal.