La correspondencia mantenida a lo largo de 1916 entre Franz Rosenzweig y Eugen Rosenstock representa un extraordinario testimonio de diálogo filosófico.
De manera apasionada y, al mismo tiempo, objetiva, ambos intelectuales alemanes de origen judíos defienden sus propias posiciones en el horizonte de la común unidad que aporta el concepto de revelación.