Carlo Acutis, un chico de quince años, un adolescente como todos: vivaz,
lleno de proyectos y colmado de futuro, atraído por la informática y los
videojuegos. Tiene amigos, una familia, va al colegio. Nada extraordinario,
hasta aquí. Pero Carlo estaba determinado, como decía santa Teresita de
Lisieux, a «hacer extraordinariamente bien y por amor las cosas ordinarias».
Y entonces descubrimos que la vida de Carlo tiene una impronta de
santidad. Su meta es la unión con Cristo. Su alimento diario es la Eucaristía
y la adoración del Santísimo. La misa, su cita impostergable. De esta
manera, la vida de este adolescente se reviste de cualidades únicas, porque
todo es vivido con la mirada puesta en Dios. Carlo nos interpela, nos muestra
que el compromiso con Dios es algo actual, posible y el más hermoso pacto
que podemos hacer en esta vida. Como escribe monseñor Sturla en su
prólogo, «leyendo la vida de este adolescente podemos experimentar que el
Señor nos llama, nos alerta, nos sacude de nuestra modorra cristiana, de
nuestro vivir distraídos, somnolientos, perezosos. Con 15 años, Carlo vivió
intensamente la vida, con la pasión de un apóstol, con el ardor de un
enamorado, con la sonrisa de un bienaventurado».