Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, el
régimen rumano decidió prohibir la Iglesia grecocatólica
local, unida a Roma: sus obispos, sacerdotes y
fieles se vieron forzados a incorporarse a la Iglesia
ortodoxa. Muchos de ellos se negaron u fueron
arrestados. El obispo greco-católico Ioan Ploscaru fue
detenido en 1949 bajo acusación de espionaje y traición
a la patria. Estuvo quince años en prisión y después fue
permanentemente vigilado por los servicios de la
Securitate hasta 1989. En este libro describe en primera
persona la ferocidad de los verdugos, las humillaciones
aberrantes a que sometían a los prisioneros y, sobre todo,
el testimonio de la muerte de algunos de sus
compañeros. En todo ello da muestras de una
extraordinaria resistencia espiritual, de una fe capaz de
discernir la luz en la oscuridad y de perdonar a sus
perseguidores: Humanamente, he sufrido mucho, con
angustia pero también con esperanza, siempre en la fe.
He considerado a nuestros torturadores como
instrumentos y a ninguno le acuso; al contrario, deseo
para ellos una verdadera conversión a Dios.