Nos vemos obligados a reflexionar mientras estamos en movimiento. Esta
historia de dolor no se sana fácilmente. Nada ni nadie nos aseguran el
aprendizaje tras la crisis generada por el COVID-19. El anhelo de que la muerte
y la injusticia no sean la última palabra me mueve a escribir estas páginas.
Quiero alzar mi voz y con muchos otros entonar un canto de esperanza, de
fraternidad y de solidaridad. Despertemos el sentido ético y contemplativo que
llevamos en nuestro interior