¿Caben una flor marchita o unos limones, y el sentimiento que despiertan, en un haiku? ¿Qué se escucha más: el chillido de unos niños que juegan o el silencio de una flor? ¿Cierra el sol los días de fiesta? Susana Benet sabe las respuestas a estas preguntas porque habla con fluidez el lenguaje de las hormigas, el de las nubes, el de la soledad, el de los recuerdos, el de los pozos o el de los caracoles del título. Palabras humanas que hay que barrer para el que el mundo se haga presente y pueda volver a tener la última palabra sobre sí mismo y sobre cada una de sus criaturas. El haiku-escoba y capazo retirando la hojarasca de lo que somos, es decir, lo que estorba la percepción.