Se dice que Juan Pablo I reunía la bondad de Juan XXIII y la cultura de Pablo VI. Ha sido un rayo de sol del amor de Dios que brilla en las tinieblas del mundo. Es como una esperanza de la felicidad eterna. Una prueba de que Dios ama siempre al mundo y de que Cristo está con su Iglesia. Para los porbres y marginados representaba la esperanza.
La calides y simpatía personal durante su vida de pastor en Roma sigue viva como pastor de la Iglesia universal, necesitada de esa cálida sonrisa, que llenó de fuerzas para la nueva etapa de consolidad y aplicar lo que el Concilio había establecido.
Su corto pontificado dio motivo a muchas hipótesis, pero lo que sí quedó claro es que el Espíritu de Dios está sobre la Iglesia y que su céfiro abre siempre la esperanza de los hombres de buenas voluntad, y que el hombre providencial de esta época fue el papa Albino Luciani.