En nuestra sociedad existe la tendencia a rechazar cualquier emoción intensa que no sea "la felicidad". El tabú de la agresividad pone en juego la salud emocional de los niños, su autoestima y su confianza. La misma idea motiva a los padres a convertirse en meros actores para mantener su imagen de personas buenas y triunfadoras, ocultando incluso su propia agresividad. A menudo, niños y jóvenes con conductas agresivas son etiquetados como "niños problemáticos", cuando en realidad solo necesitan expresar lo que sienten. Según Jesper Juul, debemos comprender esas conductas como exteriorizaciones de una rabia y frustración internas, y ayudar a estos niños a identificarlas y expresarla de un modo menos destructivo, e incluso constructivo. Por otro lado, el adulto necesita ayuda para definir sus límites personales y defenderlos con autoridad y respeto.