Santa Gema Galgani fue la primera mujer en ser elevada a los altares en el siglo XX. Tras una vida plagada de desgracias familiares y con una salud deplorable, santa Gema se aferro a la fe de tal modo que dio su vida por Cristo. Tuvo experiencias místicas, aseguraba hablar con su ángel de la guarda y sufrió en su propia carne el dolor de los estigmas. A pesar de que su débil salud fue el principal obstáculo para entrar en una orden religiosa, no dejó de vivir una vida de piedad y renuncia a todo lo mundano. Algunos la han tildado de histérica, otros la han tratado con indiferencia y muchos con incredulidad, entre ellos su propia familia y confesor. Cuatro años después de su muerte, se inició el proceso de beatificación que culminó en su canonización en 1940.