«La peculiaridad litúrgica de Hispania ?romana en
primer lugar, luego visigoda y finalmente mozárabe?
es similar a la de otras comunidades eclesiales, como
las venerables Iglesias de Oriente y la Iglesia
ambrosiana. A la formación de esta liturgia asistieron
personalidades de todo el mundo ibérico, entre las
que destacan Leandro de Sevilla, Eugenio, Ildefonso
y Julián de Toledo, Justo de Urgel y Conancio de
Palencia. Les movía el deseo de expresar, a través de
formas litúrgicas adecuadas para el pueblo creyente,
la fe cristiana recibida, una fe que tuvieron que
defender primero de la ofensiva arriana y, más tarde,
de la dominación musulmana. Las comunidades de
la Península Ibérica, de hecho, que acogieron y
defendieron, a veces incluso hasta el martirio, la fe
predicada por los Apóstoles, celebraron desde los
primeros siglos los misterios de la fe cristiana con
sus propios ritos. La liturgia hispánica es, pues, obra
de varias generaciones de Padres y Pastores, que
dieron vida a un patrimonio doctrinal, expresado en
numerosos textos litúrgicos, y a una espiritualidad
que respondía bien a las necesidades pastorales y a
la sensibilidad de los pueblos de esas regiones». San
Juan Pablo II, Homilía durante la celebración de la
sagrada liturgia en rito hispano-mozárabe. Basílica
de San Pedro, jueves 28 de mayo de 1992