Gregorio tiene trece años, no le gusta nada de nada el colegio pero le encanta construir cosas con sus propias manos. En clase hace el payaso y sus padres se enfadan con él porque no saca buenas notas. Sólo su abuelo Leon le comprende y le anima a seguir construyendo, pero también intenta hacerle entender que, para llegar a ser un buen inventor, también tiene que ir a la escuela y aprender la teoría.